Pep Dardanyà presenta dos instalaciones que, con el título de “Souvenirs” y “Pole Position”, se proponen inducir al espectador a una reflexión en torno a la desterritorialización del pensamiento occidental y, en consecuencia, la carencia de sentido que afecta a los hábitos culturales y lúdicos del hombre/mujer postindustrial y postcolonial. De este modo, instalado en un presente continuo y configurado por un imaginario que reconstruye paradigmas propios de un pasado reciente idealizado, el sujeto contemporáneo pierde su autonomía para adoptar unos comportamientos sociales y culturales monopolizados por el simulacro. La experiencia de primera mano y la autenticidad acontecen construcciones engañosas, de cartón-piedra, en un universo irreal que contiene todos los ingredientes para ser acrítica y mecánicamente consumidas. Los viajes de Pep Dardanyà a países del Tercero Mundo a raíz sus estudios de antropología han sido decisivos en el desarrollo de su trabajo artístico. Aun así, no quiere mostrarnos la cruda realidad tercermundista en una operación compasiva. Esto seria hablar por los otros y su objetivo es hablar de nosotros, de como nos afecta la percepción de otras realidades, mediatizadas por la visión que ofrecen nuestros medios de comunicación y todo el aparato económico estructurado alrededor de un fenómeno propio de final de siglo: el turismo de masas que vende cuotas de aventura y exotismo, recuperando las viejas gestas decimonónicas de los exploradores imperiales, convertidas ahora en prácticas de voyeurismo que conducen al turista a creerse el protagonista autónomo de una gran experiencia que, en realidad, tiene más relación con la mirada pornográfica de los Peep Shows , cómo puede comprobar el espectador en la obra “Pole Position”. El cuestionamiento del concepto de autoría y de autoridad, Pep Dardanyà lo trae al límite en “Souvenirs” utilizando el juego como elemento vertebrador de su trabajo. En este sentido, el aspecto lúdico permite al artista ironizar sobre determinados mecanismos participativos como son los que intervienen en los concursos de televisión, en los cuales, de manera subliminal y con una estrategia rebuscada, recae sobre el público la responsabilidad de la realización de todo el programa, sin que este pueda tener una conciencia clara de cuál es su papel en toda la escenografía programática en la cual le confieren la categoría de protagonista. Asimismo, la utilización de medios tecnológicos poco desarrollados, de aspecto obsoleto y precario, en las obras del artista no es gratuita, sino que tiene como finalidad ironizar y reflexionar sobre el culto que las nuevas tecnologías desencadenan en la sociedad actual. El artista involucra al espectador en su trabajo, obligándolo a interactuar con las obras. Esto es el que sucede en la instalación “Souvenirs” en la cual el visitante es obligado a someterse a un seguido de órdenes que vienen dictadas por unos dispositivos de voz, que lo fuerzan a actuar de manera secuencial y a comportarse como un autómata. Asistimos a lo que el crítico de arte, Jeffrey Swartz, ha denominado la fuerza represiva de un dictador , haciendo una clara alusión a las imposiciones que el artista ejerce sobre el espectador, como condición indispensable para entender el sentido de la obra. La interactividad forzada entre el visitante y las máquinas pone en funcionamiento un mecanismo que sumerge el espectador en un laberinto de señales y normas, las cuales comportan la realización de un conjunto de actuaciones totalmente absurdas que no tienen ninguna finalidad concreta aparente. Así, en “Souvenirs” pese a que sufre una transformación continua y una construcción permanente por parte de la mano del visitante, la configuración de la obra se realiza siempre de manera indirecta, puesto que el espectador, a la manera de un concursante televisivo, se ve empujado a intervenir como si se tratara de un peón sin posibilidad de imponer su voluntad.